Tuesday, January 10, 2006

La barda y el tonto

Los gatos en general tienen fama de ser animales listos. He visto gatos de menos de seis meses trepar a bardas de metro y medio de altura con una gracia que ya la quisiera yo nada más para caminar. Bien, pues no es el caso de nuestro gato. No, no, no. Este gato es un gato tonto. No por eso lo quiero menos, que quede bien claro.

Nuestro negro amigo (que no por negro es afroamericano, aunque reviente de coraje por el término el reverendo Jackson), nuestro muy negro amigo, decía yo, tiene ya los seis meses cumplidos y no hay manera de que pueda trepar la barda de exactamente metro y medio que está en el patio trasero de mi casa. Lo intentó una vez con pésimos resultados y el pobre no ha querido hacerlo otra vez.

Su único intento fue tan caricaturesco, que merece de especial atención en este espacio, que al fin y al cabo para eso es. He aquí que en el barrio habita una pandilla de gatos, cuya complexión denota que de callejeros solo tienen el gusto, pues se ven bastante bien alimentados. Estos gatos (y gatas, para beneplácito de quienes buscan en todo lugar la equidad de género) andan campantes por las azoteas y las bardas divisorias de mi manzana. Bajan a los patios solamente cuando la tripa le exige un buen pedazo de pescado o de carne que esos humanos, delicados y desperdiciados como son, decidieron no aprobar para su consumo y mandaron al basurero.

Esta pandilla seguía arrasando con mis indefensas bolsas de basura a pesar de que ya existía un legítimo dueño y señor de semejantes bienes, que no es otro que nuestro protagonista. Esto se explica por el lógico hecho de que nosotros no íbamos a permitir que el nuevo Lord del Patio Trasero en su etapa de bebé gato soportara las inclemencias del clima, de modo que no piso tal patio en sus primeros meses. Si lo hizo alguna vez fue bajo estricta vigilancia para evitarle cualquier percance.

Conforme fue creciendo, este minino pudo tomar posesión pudo tomar posesión de sus dominios, a pesar de los reclamos de nuestra madre que se sentía ultrajada al ser despojada de lo fuera su jardín. Resultó entonces que un día mientras salía tranquilamente a tomar el sol y a descuartizar plantas notó como una gata vecina (que hasta donde sé solo las gatas son tricolores, y este ejemplar lo era) husmeaba en su basurero. Asomé casualmente mi cabezota por la ventana y lagata al notarme pegó carrera a las seguras alturas en sólo dos brincos.

El gato, entusiasmado ante tal agilidad y gracia, corrió hacia la barda y de primera intención pegó el salto más alto que hubiera podido dar en lo que llevaba de vida. Al verlo sentí emoción y tristeza."Está creciendo, se nos va" pensé con un aire de nostalgia. Pero no; faltaba mucho para que empezaran las parrandas de este negro. El brinco resultó corto y quedó estampado con las patas extendidas a media pared. Soltó un lastímero miau, cargado de angustia y resignación (o al menos así me pareció) y se dejó caer al pasto que lo esperaba un metro abajo.

Después de buscar a la gata inspiradora en lo alto y encontrarla en la esquina de una azotea vecina desde donde observaba aquella conmovedora escena, nuestro no héroe se limitó a maullarle, no sé si como justificación o reclamo. El caso es que ella, haciendo alarde de su experiencia soltó un único miau como respuesta, dio media vuelta y se fue.

Ja, ja, ja... era todo lo que salíade mi boca. Después de un rato de buen reir tome al gato, lo acaricié y lo metí a casa. Será otro día. Pobre gato.

2 Comments:

Blogger Mata said...

Hola Aura, bonita anécdota del gato. Bienvenida a la Blogosfera, creo que soy el primer blogero (aunque chafa) identificado que comenta ¿verdad?, bueno, pues bienvenida.

10:00 PM  
Anonymous Anonymous said...

Hey! Bienvenido a observar mis pininos en esto de los blogs. Gracias por dejar tu comentario. Por ahí iré variando el contenido para que no se vuelva un monótono diario gatuno. Ah y claro que aquí nadie es chafa y todos pueden aportar.Saludos.

7:16 PM  

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